7 abr 2013

Carta de un prisionero


Era martes, aún era temprano, salí a pasear al perro antes de ir al instituto. Me encantaba sacar a Aguacate a esa hora, era cuando más disfrutábamos los dos. Él corría libremente por aquellas vacías calles de transeúntes y yo, yo lo envidiaba, alguna vez pensé en echarme a correr con él pero consideré que no estaría bien visto. Mientras Aguacate corría, yo imaginaba miles de historias en mi cabeza. Había una que me apasionaba. Trataba sobre un pájaro, un pájaro precioso. Vivía en las selvas tropicales y había algo que le diferenciaba del resto de pájaros: tenía un canto de sirena. Un canto que hipnotizaba a cualquier viajero que se adentraba en aquellas selvas alejadas de la mano de Dios. Nunca fue visto y se dice que está extinto. Lo único que se conocía de estos pájaros era su cántico.
Me imaginaba ser ese pájaro por eso amaba salir a pasear a esa hora, la brisa marina daba en mi cara y yo me sentía libre. Podía volar, no físicamente pero si dejaba volar mi imaginación. Aguacate se cansaba muy rápido de sus carreras por lo que volvía a mí en poco tiempo. Me acompañaba en mi tranquilidad, disfrutando de mi compañía. El paseo siempre se nos hacía corto pero yo tenía que ir al instituto. Dejaba a Aguacate en casa y me dirigía a clase. Así día tras día durante meses.
Pero aquel martes era diferente, yo tenía 15 años por aquel entonces, era una persona muy manipulable e ilusa. Creía que todo el mundo era mi amigo y que nadie me traicionaría por eso me fiaba de cualquiera; así que cuando me hablaron aquellos chicos de bachillerato a la entrada del instituto no desconfié de ellos. Es más, me alegré, “¿yo, un chico de 3º de la ESO hablando con los mayores?” Tenía que contárselo a la gente de clase. No me dijeron mucho, tan solo que querían verme todos los días a la entrada del instituto. “¡Esto es más fuerte aún! He de decírselo a Víctor y Helena”. Al llegar a clase, Víctor y Helena me esperaban ansiosos ya que había tardado más de lo normal. Les conté lo ocurrido, Víctor, tan ingenuo como yo se alegró, en cambio Helena se mostró reacia. Le parecía raro que los mayores del instituto se hubieran fijado en mi, en ese momento no le di importancia y compartí mi alegría con Víctor dejando de lado las advertencias de Helena.

Al día siguiente llegué al instituto y me los encontré. Se presentaron, había un chico que parecía el cabecilla del grupo. Era alto y delgado, con el pelo alborotado y roñoso. No tenía muy buen aspecto. Le apodaban “Chester”. A “Chester” le seguía su séquito a todos lados, estaba Andrea, Daniel, un tal Moreno y Rebeca. Cuando vi a Rebeca me quedé prendido de ella al instante, sus ojos color miel se clavaron en mi y me escrutaron de arriba a abajo. Rebeca era pequeña y menuda, bastante delgada y aparentaba menos edad de la que tenía. Llevaba el pelo recogido en una coleta, su pelo era liso y de color castaño. Era preciosa, o así lo veían mis ojos de enamorado.
Hoy me doy cuenta de que aquel grupo tenía algo que no gustaba del todo, siempre estaban solos y no se relacionaban con nadie más. Además todos presentaban un aspecto bastante demacrado como si tuvieran alguna enfermedad. En aquel momento no caí en la cuenta, simplemente estaba ilusionado y emocionado por hablar con gente grande, además de enamorado de Rebeca.

15 de Enero de 2010, nunca olvidaré esa fecha, la fecha en la que comenzó mi prisión. Fui con mis nuevos “amigos” al estanco de la esquina del instituto, ellos pidieron un paquete de tabaco, “Chesterfield” para ser exactos, ahí me di cuenta del apodo de “Chester”. Eran las 8 de la mañana y ya habían empezado a fumar, me ofrecieron un cigarro pero me mostré reacio. Después de haberme insistido tres veces más, accedí. Lo peor que hice, a día de hoy odio ese momento, me arrepiento cada segundo de esa puta decisión.
Probé aquel cigarro y tosí, volví a probarlo y volví a toser. A la tercera vez empecé a saborear aquel sabor amargo que entraba en mi garganta, era una sensación extraña, no sabría describirla, simplemente me sentía bien, estaba integrado en el grupo de los mayores y eso era lo que me importaba.

Los meses pasaban y yo ya había perdido el contacto con Víctor y Helena. Actualmente, ellos son novios y están estudiando una carrera, yo estoy aquí, prisionero.
Continuamente me fugaba de clase para ir a fumar al baño con Chester y su grupo. La adicción era cada vez peor, había días que llegaba a fumarme el paquete entero, no podía parar. Tampoco quería hacerlo, pensaba que Rebeca se estaba enamorando de mí y eso hacía que yo fumara más y más para impresionarla. Había empezado fugándome de clase hasta que llegué al punto de fugarme de casa, preocupando día tras día a mi madre. Ella no me entendía, o eso quería creer yo. No sabía nada de mi vida, tan solo quería incordiar. Llegué a odiarla por quitarme la libertad un par de veces, me creía más grande de lo que realmente era, era un simple niñato fumando cigarros nada más. Eso no me hacía más maduro ni más hombre, era un simple niño.
Tras el tabaco, llegaron los porros, porros de marihuana, de hachís. También llegó el alcohol, y con éste el “cristal”. En pocos meses había pasado de ser un chico deportista a tener el aspecto que tenía el grupo de Chester. Era irreconocible, me había vuelto muy delgado, tenía ojeras, mis dientes se habían vuelto amarillentos.
Empecé a robar para pagar mis adicciones, con 15 años, fui detenido tres veces. Hoy no me creo todo lo que le hice pasar a mi madre, esas noches sin dormir, la angustia de saber que tu hijo es un adicto y ella no puede hacer nada. Alguna vez llegué a amenazarla si no me daba el dinero. Estaba loco, loco por aquellas adicciones que me hacían feliz.

El peor día llegó seis meses más tarde, otra fecha para recordar, 23 de Julio de 2010. Estaba en casa del amigo del amigo de Chester. Era una fiesta para gente grande, era uno de los pocos menores. Había de todo, había alcohol, tabaco, drogas duras, blandas...
Al verla, me quedé atónito. Estaba realmente preciosa, llevaba un vestido negro pegado que realzaba su figura, un collar dorado y unos zapatos de tacón del mismo color. El pelo le caía sobre la cara y al final de éste se formaban unos preciosos bucles. Su cara, en cambio, era la misma, aunque yo siempre la vi perfecta. Al segundo apareció un chico alto, musculoso y mayor. Era su novio. Me quedé de piedra, algo estalló dentro de mí que empecé a beber. Una cerveza tras otra, luego un cubata, seguido de cigarros, porros y un largo etcétera.
Sobre las tres de la mañana, me metí en el baño a vomitar, había mezclado demasiadas cosas y con 15 años uno no tolera nada. Pero allí me encontré con el mismísimo diablo encarnado en Chester. Él se reía de mí, decía que no tenía aguante, que si vomitaba estaría fuera de su grupo para siempre, que era un iluso por pensar que Rebeca se enamoraría de mí. Así que me retó, me dijo que si hacía lo que él me pedía, Rebeca sería para mí. No presté atención a su reto, solo me quedé con “Rebeca será para ti.” Chester sacó un polvo blanco y una tarjeta y ahí delante de mi cara, esnifó cocaína. Me ordenó que yo también lo hiciera, sin dudarlo lo hice, “Rebeca para mí”, pensaba continuamente y eso me ayudó a no dudar.

Y a partir de ahí ya no recuerdo nada, al parecer, me encontraron tirado en el suelo del portal de aquella casa. Alguien llamó a la ambulancia y me llevaron al hospital. Cuando desperté, la vi, con su cara de ser la peor madre del mundo y yo no podía sentirme peor.
Los médicos empezaron a hacerme muchísimas pruebas, di negativo en todo, pero hubo una prueba que nadie se esperaba. Tenía cáncer, cáncer de pulmón. Mi mundo se hizo pedazos en cuestión de segundos. “¿Cómo? Es imposible”, grité. La miré y vi como sus lágrimas empezaron a caer, su llanto se hizo fuerte tan fuerte que dio un alarido. No podía seguir mirándola, me sentía sucio y el ser más horrible del mundo.

Hoy, 7 de Abril de 2013, tengo 18 años y tengo cáncer. Recibo quimioterapia pero esto no mejora. Supongo que no duraré mucho más. Después de esa fiesta no supe nada de Chester y su pandilla. Estaba solo y no quise darme cuenta. ¿Por qué yo y no otro chico a quién embaucar? Nunca lo sabré.
¿Qué sacaron metiéndome en aquellas adicciones? Tampoco lo sé. Realmente no sé si estaba predestinado a tener este cáncer o yo mismo me lo forcé, lo único que sé es que era, soy y seré un prisionero.

1 mar 2013

Cuando ser fuerte es la única opción que te queda.

Era un día normal, como otro cualquiera. Se había subido al metro y cogía la misma dirección que siempre: Ciudad Universitaria. Aún le quedaban muchas paradas, 10 o quizás 12, odiaba vivir tan lejos, odiaba esos trasbordos, esas prisas en la gente, esa pérdida de tiempo en el dichoso metro. En un muy poco tiempo las cosas habían cambiado tanto. 

Se había mudado de su Gran Canaria natal a la magnífica Madrid -aunque a él no le parecía nada magnifica, es más la odiaba-, su madre había fallecido hacía poco por un terrible accidente y había tenido que trasladarse a la capital del país con su padre. Él y su padre. Nadie más. Su hermana aún vivía en Gran Canaria, había conseguido un trabajo por lo que no podía trasladarse a Madrid con su familia.
Juan sentía que su familia se había roto como un cristal tras un golpe, si un golpe, eso era lo que el había recibido en muy poco tiempo. Hacía tan solo cinco meses que había pasado esa desgraciada y para colmo su padre se había quedado en paro después de treinta años en el mundo de la construcción; esa era otra de las razones por la que se habían mudado, aunque la verdadera razón, era la huida, el volver a empezar, intentar comenzar de cero. Una ardua tarea cuando tu vida se desmorona en un segundo; Juan aún no lo había asimilado, no entendía cómo podía haber pasado eso. 
Ensimismado en sus dichosos pensamientos que le aturdían a cada hora, cada día desde hacia cinco meses, Juan no había prestado atención a la persona que se había sentado a su lado, una persona que le haría salir de ese pozo profundo en el cual se había sumergido desde hacia unos meses. Aunque ninguno de los dos lo sabía aún. 

Juan estudiaba Geografía en la Universidad Complutense de Madrid, siempre le había apasionado la geografía, desde que su madre por que sexto cumpleaños le había regalado un atlas. Siempre fue un buen alumno que destacaba por sus notas, aunque realmente se hacía ver gracias a su personalidad abierta y bromas. Se llevaba bien con todo el mundo, era un niño muy risueño y cariñoso, además de un gran deportista, destacaba en cada deporte, aunque su afición era la natación. Había ganado varios campeonatos nacionales e incluso llegó a la final de algún campeonato internacional.

Juan era alto y fuerte, de complexión robusta. Tenia el pelo largo y de color castaño claro. Su cara estaba repleta de pecas, tenía la nariz bastante fina y unos ojos muy expresivos. Además siempre había lucido un gran sonrisa, la cual le había costado cuatro años de ortodoncia, aunque hacía cinco meses que esa sonrisa se había esfumado. 
Aún quedaban seis paradas, el viaje se le hacía eterno, echaba mucho de menos su guagua. Echaba de menos su ciudad, su playa, su mar, la brisa, los partidos de fútbol en la Cicer con los amigos. Echaba de menos ir a Triana, ir al Machín a comer unas buenas papas de to'. Añoraba a sus amigos, los de su barrio, los de su instituto. Añoraba el calor de la gente, añoraba el acento canario, añoraba a su hermana, añoraba su vida. 
Desde que había llegado a Madrid, Juan tenía la sensación de que estaba en la capital de vacaciones, en breve volverían a Gran Canaria, esto era solo de paso. Aún no se había hecho la idea de que le esperaban cuatro años en Madrid y quizás el resto de su vida. 

“Próxima estación Ciudad Universitaria” anunciaba el megáfono de la línea 6. Juan se bajó del vagón, subió las escaleras mecánicas y se dispuso a salir. 
Era un día lluvioso, además hacía frío para ser las 4 de la tarde, como no, era invierno en Madrid, - en Las Palmas podría estar con cholas y yendo a al playa- pensó Juan. 
Todavía no se había dado cuenta de que la persona que había estado todo el trayecto a su lado, iba en su misma dirección, a la misma facultad. 
Desde que había llegado a Madrid, Juan se había convertido en una persona seria y arisca, apenas dormía por lo que siempre tenia mala cara y siempre presentaba un aspecto bastante demacrado. La muerte de su madre había sido un golpe muy duro, y él se había hundido, hasta el punto de haberse llegado a plantear el suicidio. 

A su lado caminaba alguien a quien tampoco le habían ido muy bien las cosas en los últimos meses de su vida pero eso no le quitaba la gran sonrisa que lucía siempre en la cara, es más, le había enseñado a ser más fuerte, cosa que Juan aún desconocía...

23 dic 2012

La dura realidad II.

Otra entrada demasiado real que me gustaría que fuera mentira.


Puede ser que pienses que te he perdido, pero la verdad, no se puede perder algo que nunca se ha tenido. No recuerdo nada, nunca estabas para mí. En los recuerdos que tengo en mi cabeza nunca apareces.
Puede ser que hicieras algo pero no lo recuerdo, imagínate lo poco que hiciste.Ya no estás en mis recuerdos.
Es por eso que no te he perdido ya que nunca te he tenido.Es duro reconocer esto, pero es la verdad. Pensarás que esto me lo han metido en la cabeza pero no. He pasado tardes intentando recordar algo pero no hay nada. Absolutamente nada.
"Algún día te arrepentirás", pensarás seguramente en estos momentos. Pero sé con certeza que no, porque nunca has estado, ¿por qué iba a echarte de menos? En cambio tú, tú si tienes recuerdos míos, te has perdido parte de mi vida, pero en la que has estado la tienes en tu memoria. Y eso es algo que recordarás el resto de tus días, te guste o no.

Hablas de amor, pero ¿acaso has sentido tú alguna vez amor? No ese amor que vendes, el amor de verdad, el incondicional, el darlo todo por alguien a quién realmente quieres porque en parte es tuyo, es fruto de ti. Ese amor que duele, que te rompe al saber que ya no hay vuelta atrás, ese amor que te destruye lentamente al saber que has perdido. Porque tú, tú si me has perdido a mí. Dices que el amor es de dos, pero ¿cómo puedo querer a alguien que apenas conozco? ¿Cómo puedo querer a alguien que es frío como el hielo? ¿De verdad piensas que debo sentir algo hacía alguien que aparentemente no siente nada? ¿Cómo puedo querer a alguien que nunca ha estado?
Quizás todo hubiera sido diferente si te hubiera conocido de verdad, si hubiera conocido tu cara oculta. Si me hubieras demostrado amor a pesar de todo, yo sentiría algo. La verdad es que ya no hay sentimientos, y si hubiera que tener alguno sería pena, lástima porque piensas que lo tienes todo, pero estás vacío, no hay nada.
Lo que podías tener para ese amor lo has perdido tú mismo por no saber cuidar lo que tenías, y ahora que ya no lo tienes tampoco te arrepientes. Me atrevo a decir que no tienes corazón, tienes porque late pero es una simple máquina.
Me vienes a dar consejos morales sobre mi comportamiento hacía tu persona pero ¿y el tuyo? Yo no soy el adulto que pensó las consecuencias de tener o no tener. Yo no soy el adulto que da un ejemplo a seguir. He crecido, sí, te has perdido parte de mi vida, pero sigo sin ser la adulta de esta relación. No me pidas entonces algo que tú nunca supiste darme.

Algún día, cuando ya no tengas nada, te darás cuenta de lo que perdiste y te aseguro que ese día ya habrá sido demasiado tarde.

20 dic 2012

La dura realidad.

Esta entrada no es especial, es más, es una entrada desgarradora y fría.



A veces las personas se marchan, así sin más, y a la larga vuelven pretendiendo que las recibas con los brazo abiertos, pero por más que quieres no puedes.  

¿Te fuiste y vuelves como si nada? ¿No das ninguna razón a tu huida y a tu vuelta? ¿Por qué no has venido antes? Mejor dicho, ¿por qué te has ido?. Deseas decirle tantas cosas, cosas que llevas callando durante el tiempo de su ausencia, días, meses, incluso años. Pero no puedes, hay algo en ti que no te deja. Tienes ganas de explotar, de decir las cosas tal y como las sientes. Tienes ganas de llorar, de gritar, de mandarle al carajo... Pero a pesar de todo no dices nada, no dices nada porque en tu interior esperas una maldita respuesta que acabe con esa incertidumbre. Esperas una escusa, aunque sea estúpida e incoherente, esperas algo. Pero no, ahí está frente a ti, tan digno y orgulloso que no dice nada, se queda callado esperando a que tú des el paso.
Pero no puedes, lo miras y piensas: ¿por qué? ¿Qué hice yo para que te fueras? ¿Acaso me lo merecía? Ya que te fuiste podrías haberlo hecho bien, no actuar como un cobarde.
A pesar del tiempo que ha pasado, a día de hoy aún no te lo crees.
Él no se lo merecía, ella tampoco, y bueno yo, obviamente yo tampoco; ¿entonces por qué me haces esto?

Ciertas cosas no fueron bien en tu vida y bueno, puedo llegar a entenderlo, pero yo no me merecía ni merezco esto, estoy harta de estar entre la espada y la pared. Harta de llorar por algo que no me incumbe, harta de tragarme y escuchar todo tipos de comentario hirientes, estoy cansada, cansada de lo mismo, de un pasado que no se cierra, de un pasado que día tras día sigue ahí, diciéndome “aquí estoy”, un pasado que no nos permite avanzar a ninguno.
Solía escuchar que había que dejar el pasado, solía escucharlo pero ¿cómo pretendes que lo deje atrás si tú mismo vuelves con él? Bien ya has vuelto, te has salido con la tuya, pero deja el pasado ahí, apartado, no hurgues más en él, dicen que el pasado nunca tiene nada nuevo que ofrecernos y bien, ¿por qué sigues erre que erre con él?
Nunca llegaré a entenderte, te contradices continuamente, nada tiene sentido. Cada palabra que sueltas por esa boca es diferente a la anterior, nada tiene conexión.
No pretendas que yo cambie, si tú no lo has hecho aún, quieres que deje el pasado atrás y volver a empezar pero ¿cuándo dejarás atrás tu pasado y volverás a empezar?
Aún sigo sin creérmelo, han pasado años y todo sigue igual. ¿Si te fuiste por qué vuelves? No lo entiendo la verdad.
No es lo que le has hecho a él o a ella, es a mí. Simplemente a mí. Dices que me quieres pero yo aún no lo he visto.
Cruzas mares y tierras, despilfarras todo lo que tienes, y yo, que lo quiero para mi futuro no obtengo nada, solo obtengo llantos, rabia y demás sentimientos dañinos.
¿Cómo puedes dormir con la conciencia tranquila? ¿Cómo puedes obviarlo todo? Quizás tu concepto de olvidar el pasado, es obviarlo y entonces soy yo la que ha estado equivocada en todo momento. Seré clara: olvida el pasado pero rectifica tu presente, quizás estés a tiempo, nunca se sabe.
Te miro y no siento nada, es triste, muy triste. No hay ningún sentimiento, al principio había rabia e impotencia, ahora, ahora ya no hay nada. ¿Qué hay más triste que no sentir nada respecto a alguien?
Es doloroso pensar así pero estoy cansada, cansada de ser yo siempre la que recibe esos golpes.
Antes quería tener esa respuesta de ¿si te fuiste por qué vuelves?, ahora ya no me importa. He aprendido a vivir con incertidumbres, a vivir sin respuestas a las preguntas más sencillas, he aprendido, por muy duro que parezca, a vivir sin ti.

Ya te fuiste y has vuelto, pero para mí te has ido para siempre..

11 dic 2012

Una entrada un tanto especial...

Esta entrada es diferente, no va con la trama del blog, es algo más, algo más personal, más íntimo pero que de alguna manera había que explicarlo y contárselo al mundo:

"Digan lo que digan y pase lo que pase... siempre serás mi niña"

Tendrías que ver cómo ha crecido aquella a la que llamabas niñas. Su pelo rizado y desenfadado se ha tornado a un tono más claro y ya casi le llega a la altura del pecho. Sus ojos verdes se han abierto para vigilar aquello que pasa a su alrededor y sus labios rosados ya casi no emiten palabras. Reconstruye su delicado corazón como puede aunque a veces venga una ráfaga de viento y destroce todo su trabajo. Sabe que no será tarea fácil, pero tampoco imposible. Su pecho solo se mueve para respirar, ya ni siente, ni padece. Sus manos ya no se fían de cualquiera, ya solo agarran aquellas que transmiten confianza y calidez. Sus piernas, kilométricas, caminan sin dejar que les azote la fatiga y gracias a ello, sus pies se han endurecido y tantean terrenos desconocidos.
Tendrías que verla...cómo ha crecido, lo guapa que está.
Ya no se viste con botas y vaqueros, ahora se enfunda sus mejores vestidos de gala y se calza sus tacones más altos. Ya no le preocupa el que dirán, ya sabe cuidar de sí misma, y ya entiende que un bienestar personal conlleva a un bienestar social. Ya ha aprendido a deshacerse de lo que le hace mal y de aferrarse a aquello que le beneficia.
Sigue con la misma idea de convertirse en una gran médica, quiere aportar su granito de arena para poder hacer de este mundo un lugar mejor y aún recuerda una de tantas lecciones que le diste: "Pero el camino verdadero para conseguir la felicidad pasa por hacer felices a los demás. Intentad dejar este mundo un poco mejor de como os lo encontrasteis y, cuando os llegue la hora de morir, podréis morir felices, sintiendo que de ningún modo habréis perdido vuestro tiempo sino que habréis hecho todo lo posible".
A pesar de todos los cambios que ha experimentado, sigue anhelando con locura navegar sobre las nubes de tu pelo.



A pesar de ser yo ser noche y tú día, me alegra saber que en cada amanecer nos fundiremos...

25 nov 2012

Real como la vida misma II.

Abril de 2010.
-¿Qué estás pensando tonta?- dijo Julia- ¿Qué te preocupa?
-Nada, ¿qué me va a preocupar? Simplemente estoy cansada- dijo Lucía.
Julia. La mejor amiga de Lucía. No se considera guapa pero si la vierais, diríais que es preciosa. Tiene el pelo largo y rubio, unos ojos azules grandes y expresivos, además de una sonrisa preciosa. Es delgada y bajita.Tímida e inteligente. Lucía la admira, ya que es una gran persona y siempre está dispuesta ayudar a los demás. Julia tiene un don para escribir y dibujar que Lucía envidia. Julia no ha tenido muchos novios, quizás uno o dos. Ella siente que no ha tenido suerte en eso del amor, ya que es tímida, romántica y mimosa, (cosa que Lucía no soporta, ya que esta es muy arisca), y eso a los chicos no les va, piensa ella.
En cambio, Lucía es totalmente diferente, tiene el pelo largo también, pero negro azabache, sus ojos son negros como la oscuridad, y una boca grande. Es más alta que Julia, tal vez unos diez centímetros y algo más corpulenta. A diferencia de Julia, Lucía es muy extrovertida, siempre habla con todo el mundo pero no es tan inteligente como Julia, además es muy impulsiva, suerte que tiene a Julia para que le ayude a reflexionar.
A Lucía le encanta el deporte, siempre sobresale sea el deporte que sea. Lucía siempre está tonteando con chicos, y para ella, todos iban a la "lista" y ya está... Bueno hasta que llegó Cristian y sentó la cabeza.

Lucía conoció a Julia cuando llegó al instituto, parece que fue ayer pero han pasado más de 5 años. Eran unas enanas y hoy ya están a punto de hacer la selectividad, apenas quedan unos meses. Ya son mayores de edad, han pasado de jugar con muñecas a estar estudiando para sacarse el carnet. Siempre han estado juntas, tanto que la gente las llama "zipi y zape".
-He tenido una mala noche, estoy agobiada, siento que no llego a la meta, no me dará la nota para la carrera.
-Venga Lucía, no te comas la cabeza, verás que si, lo has dado todo tanto en primero como en segundo de bachillerato ¿Sabes lo que necesitas? Despejarte, después de clase vamos a dar una vuelta.
-No Julia, estoy agotada- Julia mira a Lucía con ojos de corderito- Bueno... Me has convencido, ¡es la última vez que me pones esa cara!

Varias horas más tarde.
-Venga, suéltalo ya, ¿qué es lo que te pasa?
-Estamos en abril, no falta nada nada para los exámenes finales y no sé... Si me da la nota, me tendré que ir fuera a estudiar, y tú no estarás ni estará él... Todo será nuevo y no estoy preparada, quizás deba elegir otra carrera... Además las cosas no están yendo muy bien últimamente con Cristian... Siento que ya no es lo mismo, tal vez sea porque me voy fuera y le de miedo... Y mientras más miedo le de a él, más me da a mi y entramos en un bucle.
-¿Te has planteado dejar la relación?
-No, llevamos más de año y medio, no es un chico más en la "lista"... Bueno realmente no lo sé. Por un lado, pienso que lo podríamos dejar ya, pero es que lo quiero... Dejarlo a lo mejor cuando me vaya es más doloroso o intentarlo aunque yo esté fuera... No sé tengo un lío en la cabeza....
-Luci, yo no puedo hacer nada ni decirte nada porque harás lo que tú quieras... Pero estoy aquí ¿vale? No te preocupes que estoy y estaré aquí.
-Gracias July, eres la mejor.



22 nov 2012

Real como la vida misma III.

Algún viernes de noviembre de 2012. Lucía llega a casa agotada, ha pasado la noche fuera y eso le ha causado efecto. De pronto mira el reloj y ve que ya es tarde, es más hace rato que ha oscurecido. En estos momentos no piensa que su vida está a punto de cambiar, simplemente piensa: "película romántica más palomitas y a dormir". No se ha percatado aún de que la pantalla de su móvil acaba de brillar. Ha recibido un mensaje, el cual pone: "A las 21:00 en la plaza". Mira el aparato y se da cuenta de la hora, las 20:30, no va a llegar (es más se había olvidado por completo de la cita).
Se viste rápidamente, no le pone demasiado interés a su ropa, simplemente va cómoda. Reflexiona: "Un rato y para casa". Llega a la parada de metro, y le toca esperar, como no. Mientras espera el metro está ensimismada en sus pensamientos; hace pocas semanas había tenido problemas amorosos. Se sube al metro y sigue ahí, ausente, no presta atención a lo que ocurre a su alrededor, simplemente quiere escapar de esos pensamientos, pero inevitablemente, estos son más fuertes que ella.
21:05, mensaje del amigo: "¿Dónde estás?". "Nunca cambiará" piensa Lucía. Lucía se esmera por salir del metro rápidamente para no tener que soportar la charla número 2445 sobre la impuntualidad. Velozmente localiza a su amigo, viene acompañado de una amiga.
Se saludan y comentan el día por encima. Lucía cree que van a irse ya a tomar algo pero... Faltaba alguien. En esos momentos Lucía no da mayor importancia a la persona que va a conocer, pero a lo largo de la noche, las cosas cambiarán.
Una vez están todos, llega el momento de las presentaciones.
- Hola, soy Víctor, encantado.
- Hola, yo Lucía, igualmente. "Nada del otro mundo" juzga Lucía.
Seguidamente estos cuatro chicos recorren las calles de la ciudad, todos hablan, se conocen entre sí. Una vez en el bar, ellos empiezan a beber, las chicas en cambio se muestran reacias; aunque poco a poco todos acaban algo contentos. Se pasan horas ahí hablando sin parar, hablan sobre sus pasiones e intereses, sobre el futuro, las relaciones... Se ha hecho tan tarde que los han echado del lugar. "¿Y ahora qué? comentan entre ellos.
A partir de ahí, todo empezó a ir muy rápido, tanto que sin comerlo ni beberlo Lucía acabó en una discoteca (recordemos que al principio de la noche, pensó "Un rato y para casa").
Entre copas y copas, luces, música, gente, calor, ocurre algo, una mirada de más, algo menos de distancia.
"¿No me puedo creer que te esté gustando? ¡Es imposible! Apenas lo conoces, sabes su nombre y poco más. Quítate estos pensamientos ya." piensa ella para sí misma.
Lo que Lucía no sabe es que ese chico que no era nada del otro mundo, quizás empiece a ser su mundo...